Viajar tiene sus riesgos pero como todo riesgo tiene su recompensa. Conciliar nuestra cultura con la del otro, ponernos a prueba con cosas que jamás pensaríamos que íbamos a hacer, ampliar nuestra visión de la vida, abrirnos a los demás, perder el miedo a lo desconocido, aprender, ser libre, ver que se puede vivir con menos, desaprender, liberar estrés o fortalecer nuestra autoestima. No queremos coleccionar países, si no experiencias y relaciones humanas. Viajar es un privilegio, no debemos sentirnos el centro del universo, sólo somos una ínfima parte de él. El respeto hacia los demás debe ser nuestra base para recorrer el mundo.